Aunque los rumores sonaban desde hace tiempo, la realidad nunca había estado tan cerca como desde el pasado martes cuando el diario NY Times reportó que Sosa se encontraba en la lista de los 104 peloteros que arrojaron positivo en el 2003 y de donde salió la determinación de crear un programa antidopaje y con penalidades en las Grandes Ligas.
Ahora la pregunta del millón es si Sosa podrá llegar al Salón de la Fama después de esta situación.
Los votantes para las inducciones a la inmortalidad han sido particularmente mordaces contra los peloteros que han sido comprobados como usuarios de esteroides u otras sustancias controladas.
El caso más dramático es el del inicialista Mark McGwire, quien ha pasado tres años en la lista del Salón de la Fama y nunca ha pasado de un 23 por ciento cuando se requiere de un mínimo de 75 por ciento de los votos para poder ingresar a Cooperstown.
Los 609 cuadrangulares de Sosa lo colocan en el sexto lugar de la lista de todos los tiempos, detrás solamente de Barry Bonds, Hank Aaron, Babe Ruth, Willie Mays y Ken Griffey Jr.
Pero la realidad es que los números solos no te llevan a Cooperstown.
En una era como la actual, la de los esteroides, hay que darle tiempo al tiempo para poder determinar si Sosa podrá encontrar su nicho de inmortal, tal y como lo merece, por encima de lo que se diga.
Sosa, sin embargo, no sería el único afectado por el repudio de los frecuentemente moralistas (o doble morales) que tendrían que colocar en el mismo saco a Bonds, Roger Clemens, Alex Rodríguez y también Manny Ramírez.
Por ahora, Sosa tiene otras cosas por qué preocuparse y es si el congreso de los Estados Unidos tomará acción en su contra.
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